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domingo, noviembre 16, 2014

Hemos ido al cine por encima de nuestras posibilidades.


Ayer fuimos al cine, y como con esto tiempos que corren hay que pensárselo muy mucho a la hora de ir, elegí una película que me saliera rentable, esto es 3 horas. Total, en el cine, tienes que pagar lo mismo haya costado lo que haya costado la producción o el tiempo que dure o cuan buenos sean los actores (quizá esta es otra de las muchas razones por las que el cine está de capa caída).

Por este motivo yo ya ni me acuerdo de cuál fué la última peli que fui a ver al cine, tenía ganas de ir como ganas tengo de volver a la Vogue (Fuenla). Mirábamos a nuestro alrededor y nos decíamos susurrando “¿Te acuerdas de la primera vez que quedamos?” “Fue en este cine”…  como dos viejos en Matalascañas recordando su luna de miel.

La cosa ha cambiado muchísimo, pero las palomitas siguen costando un riñón. Ayer íbamos a lo grande asique había que coger palomitas, que me hubieran salido gratis si las hubiera recogido del suelo, porque creo que no barrían desde la matinal del miércoles.

Ese suelo si que era la muestra viva de cómo malgastar el dinero y no las rotondas de Navalcarnero. Digamos que en un cubo caben… mmng, no se, 300 palomitas extremadamente saladas, ¿mucho, poco?, y el cubo con el refresco extremadamente acuoso cuesta casi 9 euros. Prorrateando la cocacola en polvo con agua del canal,  sale cada puñado por 30 céntimos. Pues en el suelo había palomitas como para hacerse un adosado con piscina.

Ni fuimos a verla en 3D, ni en la fila de estirar las piernas (que ahora es más cara), ni en pantalla IMAX, nada, nada, normalito todo y nos salió la tarde por 27 euros. Luego no me extraña que los jóvenes se queden embarazados, sale mucho más barato ser madre adolescente. Quedarse y criar al crio todo junto, hasta el día en que te pide para ir al cine.

Muy atrás quedan esos tiempos en los que por 500 pesetas (3 euros para los post-modernos) íbamos al cine andando, que ahora hay que coger el coche e irse a un polígono industrial (como los adolescentes primerizos), nos costaba la entrada 300 pesetas si llegaba y por menos de 1 euro teníamos las palomitas (en su punto de sal) y el refresco (extremadamente acuoso).

Que esos tiempos ya pasaron lo sé desde que escucho a Eminem en M80.

La pelí esta muy bien, salvo porque es la historia de siempre en la que el negro se sacrifica y muere por la humanidad, el blanco vuelve a por la chica, aunque no le haya hecho tilín en toda la película porque ella es una enamorada abnegada y su amor está a años luz conquistando mundos y que haya  un malo malísimo prepotente cegado por la codicia humana y el instinto de supervivencia. Lo que yo me pregunto es cómo las bombonas de oxigeno esas de mochila duran 124 años. Pero aparte de eso, y lo de los mundos en 5 dimensiones en los que puedes masticar el tiempo, todo lo demás está muy bien. Además, como la chica tiene pelo corto, nadie dirá que el efecto de la ingravidez está muy mal conseguido porque no se le mueve la cola de caballo como a la Bullock.

Cuando yo pagaba las entradas a 290 pesetas (150 pesetas el día del expectador), los traileres servían para decidir que ver a la semana próxima o al mes siguiente, porque íbamos una vez a la semana al cine. Ahora sirven para elegir películas que bajarse por internet y lo se porque siempre hay alguien que dice en alto lo que los demás estamos susurrando “Esa me la bajo”.

Vete a verla, pero ahorra, deja por el camino buenas historias, que no merece la pena ser pagadas tan caras y engrosa la lista de taquillazos.

 

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